Tu cara de idiota

Ayer este humilde adorador del Metal se introdujo en un mundo de pesadilla y rollo chungo. Acudí, ciego por la promesa de música en directo gratis, a un concierto de Nena Chanante o algo así. La jauría de pijos y poperos que se agolpaba en el interior del recinto me dejó sin respiración mientras me adentraba en ese antro antinatural sin futbolín y sin serrín en el suelo.

Con los primeros acordes las masas enfervorecidas sucumbieron ante los efluvios de la radiofórmula. Una legión de gafapastas y pelos engominados se agolpaba a mi alrededor, haciéndome hervir la sangre. Yo sólo podía pensar en mi hacha de doble hoja forjada en las calderas del Infierno, Matapijos, +15/+50 contra pijos, que inflinge 666 críticos E adicionales a cualquier popero al que impacte. Las huestes allí aglomeradas habrían sido demasiadas incluso para mí, pero habría caído sobre una pila de miembros y entrañas, los bardos habrían escrito sagas e himnos en mi honor, y habría ganado en justa lid mi entrada al Baljala, junto a Crom, Odín y Tor.

Pero no era este el destino que me aguardaba, y sin mi fiel instrumento de dolor, no tuve más remedio que camuflarme y hacer como que me integraba en el ambiente que me rodeaba. Hijos del Trueno menos curtidos que yo habrían enloquecido y sucumbido a la furia asesina, pero yo sabía que sería un sacrificio inútil.

Así pues aguardé el final de aquella abominación. Al terminar, las hordas allí congregadas se dispersaron con energías renovadas para continuar ofendiendo mediante obra y verbo a los Dioses del Metal.

Yo por mi parte me fui a hacer una cañita y luego a la cama, para intentar borrar de mi alma la huella indeleble que todo esto había dejado en mí.


El viernes pasado bebí kalimotxo del cáliz de Crom, y navegué por la embriaguez hasta eso de las 15:30 cuando aparecí por mi casa de nuevo. Montserrat (la misma que me consiguió las entradas para el concierto de arriba) me esperaba impaciente para cumplir con nuestro destino. Habíamos sido escogidos para llevar una tele de 40 kilos que no funcionaba al Media Markt más cercano, y conseguir por fin una tele a color.

El alcohol que todavía surcaba mis venas me dio fuerzas para llevar acabo la proeza inhumana que nos había sido encomendada, y luego volvimos con la tele nueva en autobús, sabiendo que ya habíamos cumplido con nuestro cometido, y los Manoguar estaban orgullosos de nosotros.

El domingo me fui con el parásito blogero y su piba, y otro chavalín más, a escalar a Girona. Nos sumergimos en un mundo de roca y verticalidad, y no paramos hasta que la sangre de nuestras yemas nos hacía resbalar.

Y nada más, intentaré colgar fotos de todo esto para mostrar la veracidad de mis palabras hoy o mañana.

Que la Vírgen de las Tachuelas de luz a vuestros días, y oscuridad a vuestras noches.